Bueno, la verdad, tengo una idea dándome vueltas, espero que esta historia les guste:
Las navidades de la familia Hinojosa nunca fueron muy "alegres", al final, la madre que parecía tener tendencia a la depresión, siempre encontraba una razón para llorar o ponerse y triste y se contagiaba al resto de la familia. No eran muchos, para ser honestos: Solo un padre cuya único papel había sido "engendrar" los hijos, y poner su cara como "hombre de la casa" en uno que otro pleito. Los dos hijos, un niño y una niña: Mario Andrés y Mayra Alejandra. Ambos, criados en un ambiente que sabía amargo, lleno de carencias económicas y con un exceso de afecto de parte de la madre, tenían, a su modo, sus propios complejos, sus propios para entrar en depresión cuando todos debían estar felices.
Pero la vida cambia y el cuadro familiar se transformó. Con el tiempo, el padre no pudo soportar más la farsa y se marchó, con algo de dinero en el bolsillo y una joven dispuesta a "todo" muy bien amarrada al brazo. Mayra y Mario al terminar sus estudios de escuela secundaria, se fueron a vivir a otra ciudad, dejando a la madre sola en su ciudad natal. En esa casa gigante, llena de cuartos, de recuerdos, pero sobre todo, de fantasmas. De esos fantasmas que tantas veces arruinaron los momentos especiales y que ahora, ya estaban desocupados, no quedaban momentos especiales para arruinar.
Era el 5o. año que la familia pasaba "separada" la navidad. Mayra trabajaba en una empresa haciendo lo que más le gustaba: Coordinando actividades de beneficencia y ayuda para las personas menos favorecidas. Mario, más centrado y aplomado, era desarrollador de software en una empresa naciente. Pero esta navidad no sería como las otras, el destino le iba dar Mayra lo único que no esperaba recibir, lo único que su madre realmente apreciaría, y lo único que su hermano, jamás le echaría en cara.
-Aqui tengo los resultados, señorita.
-Dígame doctor, ¿es positivo?
-Así es, ¿cuál es su decisión?
Mayra sólo pude correr al teléfono y llamar a su madre:
-¿Aló?
-¿Mamá?
-Hija bella, ¿Cómo estás?
-Bien.
-¿Qué te pasa, hija?
-Mami, este...¿Te acuerdas que hemos hablado varias veces de ...?. Quiero decir, ¿te acuerdas que estaba saliendo con alguien y...?
-Hija, ¿me estás queriendo decir que estás embarazada?
-Sí- balbuceó, Mayra.
Luego de un incómodo silencio, cuando Mayra pensó que su madre había sufrido un infarto esta tomó la iniciativa y le dijo:
-Hija, ¿el padre piensa responder?
-Mami, yo no le pienso decir.
-Está bien, ¿te parece si vienes a pasar la Navidad a casa?
Mayra regresó lo más rápido que pudo a su oficina, y le solicitó las vacaciones que tanto tiempo había estado aplazando a su jefe. Fue a su casa, a preparar la maleta y consultar los tiquetes disponibles, cuando Mario le preguntó lo que pasaba, no pudo confesarle. Sólo le dijo que iría a pasar Navidad con su madre. Mario no se resistió y gestionó todo lo necesario en su empresa para ir él también.
Esa fue la mejor Navidad, Doña Marianela no vio a ninguno de sus fantasmas y sólo pudo sentarse al lado del pesebre a darle gracias a Dios por ese ángel que les había enviado, les contó a sus hijos cómo durante el último año había organizado todos sus negocios y estaba dispuesta a trasladarse con ellos a la ciudad para empezar una nueva vida. Mario, que había estado pidiéndole eso a su madre, le preguntó qué la había obligado a decidirse y su madre solo pudo mirar a Mayra que con más miedo que orgullo respondió: Estoy embarazada.
Mario estaba confundido, no sabía si sentirse preocupado por la situación de madre soltera que enfrentaría su hermana, o celebrar que su madre se mudaría con él. Era una mezcla extraña, pero al final, decidió que tener a su madre cerca y un bebé que le alegra el día con sus travesuras, no sería malo.
Así que ese día, en esa mesa de navidad, la cena antes había disfrutada por uno, la vivieron cuatro seres llenos de felicidad, de vida.
Porque los fantasmas solo están con nosotros si se lo permitimos, cuando hay razones de peso, de fondo, para ser felices, ningún fantasma puede dañarnos la solo alegría de tener una excusa para compartir en familia: Navidad.
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