¡Hola Amigos! Nuevamente por aqui... Hoy es un día especial, y el título de la entrada es particular y se los voy a explicar. En la entrada de ayer les conté que esperaba poder hacer una entrada para contarles los motivos que me tenía alejada. Bueno, creo que esta es la entrada.
Si han tenido el tiempo y la oportunidad para leer alguna de mis entradas anteriores seguro vieron que les conté que estaba embarazo. Que fue un embarazo deseado, planeado y por supuesto, amado. Tanto mi esposo como yo queríamos un bebé. Sí, ya sé que tengo una niña de seis años que requiere mucho tiempo y atención, pero ella no fue engendrada por mi esposo, aunque él es tan, tan buen papá. Ese par se adoran con el amor que todos quisiéramos recibir de un padre. Creo que cuando crezca será de las que pedirá que no hablen mal de los papás, ella tuvo la fortuna de tener uno excelente.
En todo caso, era un embarazo de alto riesgo por diversos factores. Adicionalmente, las náuseas son terribles, así fue en el embarazo de la niña. Perdí 20 kilos... Ya se harán a una idea.
El caso es que estábamos felices, tenía 16 semanas de embarazo y aunque había una amenaza de aborto, estaba siguiendo todas las recomendaciones para lograr llevarlo a término. Pero no, no se pudo. El 8 de diciembre a las 2 de la mañana tenía dolores y rompí fuente. Sí, hice un trabajo de parto con un bebé que no estaba listo para nacer y que no sobrevivió. Mi bebé nació muerto. Y digo mi bebé porque no era un feto, medía unos 15 centímetros y estaba perfectamente formado. Era un niño, un hermoso niño que durante 16 semanas fue amado, deseado y esperado. Quizás fueron las ansias con las que lo estábamos esperando que hicieron que saliera antes. Quizás no es la voluntad de Dios que tengamos un hijo. Quizás mi cuerpo no está preparado. Quizás y quizás... Hay un millón de quizás que se vienen a mi mente. Todos con una misma finalidad: Ayudarme a aceptar mejor el dolor de perder a mi bebé.
Estoy en esa etapa de aceptación. Aún no termino de creerlo. Es complicado. Pero ahí vamos. Poco a poco y gracias a las rutinas diarias y las exigencias de tiempo y atención de Amelia, he ido reponiéndome. Espero que volver al trabajo (empiezo justamente hoy) me ayude a sanar la herida.
No le deseo ese dolor a nadie. Nadie debería pasar por eso. Pero al parecer, es algo más común de lo que creemos.
Si han llegado hasta aqui les agradezco. Si se aburrieron antes, los entiendo, de verdad, pero este ejercicio hace parte de mi proceso de sanación.
0 Huellas:
Publicar un comentario
Deja una huella de tu paso por este espacio...