No sabría explicarlo, pero pienso que la mujer ideal en la calle, debería aunar a al armonía inteligente del andar, la armonía delicada del traje.
En nada se adivina tanto la estirpe, la cultura y la sutil inteligencia de una mujer, como en su manera especial de caminar.
No me habléis de esas mujeres que avanzan erectas y ficticias, expresando un demasiado orgullo de sus senos, un demasiado orgullo de su belleza; no me habléis de esas que van "exhibiéndose", ni de aquellas que se vuelven a mirar las otras que pasan. Todo el buen gusto y la delicadeza de sus tocados se pierde en ellas.
La mujer ideal, la inteligente y la suprema, es la que marcha con una cierta mesura, con una leve despreocupación, con aquel perceptible sentimiento de ausencia de si misma, de que no va por la calle y de que no la ven:¡Oh difícil encantada sabiduría de la marcha!
Y ante todo, señora ideal, lleve usted unas medias muy finas, y unas zapatillas de altos tacones. Dejo a su elección el sombrero.
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